Ubicado en el borde de un cinturón desértico, Israel
siempre ha sufrido de escasez de agua. Descubrimientos arqueológicos en
el Néguev y otras zonas revelan que miles de años atrás los habitantes
de la región ya se preocupaban por la conservación del agua, como lo
demuestran una variedad de sistemas destinados tanto a captar y
almacenar el agua de lluvia como a transportarla de un lugar a otro.
El total anual de recursos hídricos renovables asciende a cerca de
1.700 millones de metros cúbicos, de los cuales alrededor del 65% se usa
para regadío y el resto para usos urbanos e industriales. Los recursos
de aguas superficiales comprendent el río Jordán, el lago Kinéret, y
unos pocos ríos pequeños. Se utiliza también el agua de manantiales y
de acuíferos subterráneos, cuya aprovechamiento se controla para impedir
su agotamiento y el aumento de su salinidad.
Cascada en el norte de Israel (Foto: S. Lederhendler)
Dado que todas las fuentes de agua dulce ya se aprovechan al máximo, se están desarrollando métodos para aprovechar recursos hídricos marginales, como la reutilización de aguas servidas y la desalación de agua del mar.
Para superar desequilibrios regionales en la disponibilidad de agua,
la mayor parte de las fuentes de agua dulce del país se han unido en una
red integrada. Su arteria principal, el Acueducto Nacional, finalizado
en 1964, transporta el agua desde el norte y el centro, por medio de una
red de gigantescas cañerías, acueductos, canales abiertos, reservorios,
túneles, represas y estaciones de bombeo, al semi-árido sur.
Tramo del antiguo acueducto romano que abastecía a Cesarea (Foto: M. Horneman)